El poeta no es ni una profesión ni un oficio, es una pasión por las palabras y su efecto estético, es un estilo de vida, es un estado demiúrgico de enunciar las emociones personales y colectivas. Ser poeta es un estado existencial, una condición permanente de convivir con las palabras y tejer la estética de nuestro mapa emocional. Para el poeta no hay día ni lugar, tiempo ni persona que no sea motivo de inspiración. Ser poeta es perennizar con las palabras el compromiso de la vida, la fe en el efecto de las palabras y esa inmensa sed de exteriorizar su intimidad.
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